Los héroes de verdad no tienen público
Por Paco Gomez Nadal
Hay un cierto afuera tranquilizante. Se construye poco a poco… ese informativo de televisión que pone afuera todo lo inseguro, lo intranquilizador, lo ‘desagradable’; ese post en redes sociales que habla del caos ‘externo’, siempre ‘externo’; esta escuela donde se fabrica un abismo entre el ‘nosotras’ y el ‘ellas’; esa radical línea abismal (De Sousa Santos dixit) que nos clasifica en “humanos” –‘nosotras’- y subhumanos –‘ellas’- (Frantz Fanon dixit); este racismo con el que conjugamos, aún sin saberlo, el verbo “convivir”…
El afuera casi siempre empieza dentro y, a veces, muy pocas veces, hay personas que tienden puentes para que el afuera irrumpa en nuestro cuerpo, en nuestra conciencia, incluso en nuestra ciudad repleta de ‘adentro’, de ‘seguridad’, de ‘tranquilidad’, de ‘agradables’ experiencias al pie de una bahía por la que no cruzan pateras pero desde donde salen barcos que algunos ‘subhumanos’ tratan de abordar saltando una valla que para las autoridades es demasiado baja.
El colectivo teatral Mos Maiorum ha construido un puente amenazante -imprescindible, preñado de humanidad- que ha fijado su extremo temporal en el Café de las Artes. Teatro que no es teatro o el teatro más teatral que exista…. Eso es el espectáculo sin espectáculo de Mos Mairoum: teatro documental que reproduce o canaliza (“somos como médiums”, explicaba al terminar la obra una de sus actrices) las voces de decenas de personas reales que conforman la macabra escenografía de la vergonzante valla de Melilla que separa desde el territorio-vestigio colonial el confortable ‘adentro’ de Europa del anhelante ‘afuera’ de África.
Mos Maiorum hace una doble presentación de su obra en Santander, pero aquí está la inquietante reseña de la primera, acontecida un viernes en la noche, mientras el buen clima hacía rebosar terrazas y espacios del ‘adentro’: cinco personas conforman público y generan un vacío abigarrado en el que no cabe el público ausente para escuchar-vivenciar la experiencia de los ‘nadie’. Pero las cinco se suman a las tres personas que actúan y a las tres del Café de las Artes que se deslizan al espacio y juntas conforman un inmenso ejército civil de resistentes. Si, como escribe el poeta francés Jacques Ancet, “nunca nos relacionamos con las cosas tal y como ellas son, sino tal y como las construimos”, anoche se construyó un relato necesario y se comenzó a destruir la ‘valla’ metafórica que nos aisla.
Una de las voces que reproducen los tres actores corales de Mos Maiorum es la de Fernando, un malagueño del colectivo Frontera Sur… y Fernando relata cómo un migrante subsahariano se sorprendía de que no fueran recibidos como héroes al llegar a nuestras concertinas o a nuestras playas –a la hora en la que los turistas duermen-. ¿Qué son los migrantes que se agolpan en Marruecos sino odiseos contemporáneos, o sísifos a los que Europa vuelve a cargar sobre la espalda la piedra de la inhumanidad cuando están rozando la cima de su colina? No. No hay público para los héroes de carne y hueso, para los héroes del ‘afuera’. Mientras a 3.200 metros la sala de un cine recibe a cientos de personas para ver la fantasía distópica de un superhéroe de la factoría de Márvel, la realidad del ‘afuera’ real no atrae a las masas.
Es cierto que es más fácil poner un comentario contra la valla de Melilla en Facebook que escuchar el crudo relato plagado de matices que interpela en el Café de las Artes, pero también es cierto es que para volver-a-ser-humanos hay que transitar por el puente tendido por Mos Maiorum.
La cosa es así… el colectivo teatral catalán no obliga a “participar”, sino que invita a “estar” en el escenario del ‘afuera’, ese que vemos pasar normalmente en crónicas de un minuto y medio. Sin trucos escondidos, tres actores utilizan una técnica de teatro documental para reproducir con exactitud y precisión los testimonios de las personas entrevistadas durante un trabajo de campo que los llevó a uno y otro lado de la valla. Hablan personajes que nos suenan de las noticias, y hablan aquellos que nunca nos sonarán de las noticias. Para el público, un primer impacto: la vertiginosa capacidad de cambio de registro de las dos actrices y el actor que se desplazan entre el público… acentos, gestualidad, respiración…
Hay una normalidad perturbadora en este documental teatralizado y hay un impacto que se construye minuto a minuto, con calma. El espectador-ciudadano no se da cuenta que está envuelto en el ‘afuera’ hasta que ya es demasiado tarde para desconectar; el ciudadano-espectador no es consciente de que el ‘afuera’ es el ‘adentro’ hasta que duda de su papel en esta obra a la que por primera vez ha sido invitado. Los héroes y heroínas de Gambia, de Senegal o de Marruecos se confunden con los héroes de Ceuta, de Málaga o de Barcelona. No es Europa territorio para complacencias cuando elegimos el confortable ‘afuera’ antes que viajar en masa a tumbar las vallas de la vergüenza.
Mos Maiorum significa “la costumbre de los ancestros” y ellos, los ancestros, solían juntarse al caer el sol a compartir relatos, enseñanzas y preguntas. Todavía tienen tiempo de asistir esta noche a este aquelarre de realidad bien contada sabiendo que no van a ser regañados –ni engañados-, que no van a ser invitados a participar de un performance, que no van a vivir una experiencia postmoderna bañada de fuegos artificiales. Con suerte, si asisten desprovistos de prejuicios, van a compartir un buen rato con héroes de verdad y van a tomarle el gusto a los puentes que nos conectan con el ‘afuera’. Y, de regalo, van a presenciar un trabajo muy profesional, bien hilvanado y cargado de honestidad teatral. ¿Qué más?