Skip to main content

Beber, fumar, bailar ‘una vez más’

Por Paco Gómez Nadal

El curso de la vida no cesa hasta que no decidimos que sea así… o hasta que nos preocupan tanto los cambios que, incapaces de vivirlos, buscamos el aislamiento para evitar la exposición.

Hay creadoras y creadores que juegan a tenistas de élite y que, cuando sienten la piel agrietarse, abandonan los escenarios por miedo a sí mismos o a lo que otras puedan determinar. Y luego está Carmen Werner. Y Roberto Torres. Y las que sabemos que somos cuerpo y alma siempre, pero que ese cuerpo [y a veces ese alma] van cambiando y que sólo la adaptabilidad nos permite seguir siendo lo que siempre hemos sido y así no convertirnos en la nostalgia de lo que algún día creímos ser.

No puedo dejar de mirar los codos de Carmen Werner: la vida resumida en los anillos del crecimiento sobre la savia creativa de una de las grandes coreógrafas y danzantes españolas de las últimas décadas. Es difícil no quedarse enganchado a ese mosaico de piel y tiempo, sería irresponsable no engancharse a la sutileza y la calidad de su danza o no disfrutar de una creadora de 66 años que goza del escenario tanto como de fumar y beber…

Vino tinto a la comida, vino blanco a la cena y después de güisquis… y sí señora, y ahora un cigarrito para que Roberto, ya en los 57 años, juegue el papel de varón que tantos varones juegan en la vida. A ratos tiernos y juguetones, casi siempre, con el pronto de chulería patriarcal que se esconde bajo la chaqueta. El hombre que quiere hablar siempre más, bailar más, ocupar más espacio visible…

‘Una vez más’, el dúo que todavía se presentará otra vez en el Café de las Artes, es, una vez más, la demostración de la sensibilidad de una coreógrafa que vive y crea desde la vida. Es cierto, como insistía en una entrevista el bailarín y coreógrafo canario, que el dúo también es la oportunidad de bailar “una vez más”, pero también contiene el juego de roles de las parejas, los diferentes formas de ejercer el poder, la ternura y la palabra, las tan diferentes texturas de los cuerpos…

Carmen, sutil, replegada a veces, juguetona y descarada… Roberto, energético, gracioso, potente y llevando el contacto a la agresión no violenta. Los solos de Roberto, un regalo dancístico; los brazos de Carmen, un homenaje al baile. ‘Una vez más’ se recrea en la repetición de papeles, de gestos, de costumbres, a pesar de lo que supuestamente deberíamos haber evolucionado, a consta del agotamiento de improvisar para romper la rutina incluso hasta hacernos daño.

Los dos creadores saben adaptarse a su tiempo vital y a su cuerpo… explotan al máximo la experiencia y no fingen ser jóvenes porque, es evidente en escena, no les duele la edad. Quizá porque acabo de pasar varios días escuchar a expertas hablar de mujer y envejecimiento, me ha embrujado especialmente Carmen Werner. La ausencia de impostura y la complacencia con su cuerpo –algo que algunos danzantes no logran ni en su plena juventud- es un regalo para quien quiera degustar el arte más allá de los gimnasios.

Quizá porque llegué al Café de las Artes tras un encuentro con vecinas y vecinos en los que oí hablar de cómo los hombres siempre han sido expansivos y las mujeres se han comido su tristeza y su felicidad, me han parecido bien dibujados los dos personajes que buscan en el espacio plástico del encuentro, el sonido de su propio silencio.

‘Una vez más’ es un regalo que contiene varias lecciones para desaprender, pero no seré yo quien las relate porque la danza contemporánea –esa incontrolable conexión tribal con lo que somos y con nuestro tiempo- sólo conecta con la presencia.